Estoy escribiendo desde el instituto, y no puedo traer desde aquí la sorpresa que prometí en mi anterior desvarío.
En éstos momentos, sólo mi manía de dejar para el último momento las cosas me permite reconocerme a mí mismo.
Siento cómo éstos últimos días, ha estado cambiando mi propia forma de ser.
Siento que se pierden mis facultades de arte y gentileza. Siento que actúo más de una vez como uno de esos bobos adolescentes que tienen el cerebro ahogado en bebidas de garrafón.
Quiero ser optimista y atribuirlo al estrés de los estudios.
Las partes de mí mismo que más valoro y que más miedo me da perder son esenciales para mí desde tres puntos:
· Desde el punto de puro ego, de mirada hacia mí mismo, mi Divagación, mis desvaríos. Todas mis "idas de olla" que me acercan a una [sana] locura. Esa capacidad que tengo para perderme en mi propio mundo y de extenderlo hasta el infinito. Esa capacidad de crear y sorprenderme de mis creaciones. Mi habilidad, nata o innata -eso es lo de menos- de imaginar y relacionar las cosas más imposibles, de una manera totalmente absurda y, a la vez, de una manera totalmente racional. La aburrida y sinsentida seriedad poco a poco me infecta. Doy gracias a mis compañeros por espolear mi locura de una u otra forma, pues si la desarrollo por mi cuenta, corro el riesgo de crear en mí una locura negativa y psicótica.
· Desde el punto de pura expresión, de desarrollo y elaboración, mi Arte, la huella que dejo. Siempre he sentido la necesidad de expresar mis divagaciones. Desde que tengo memoria, mis lápices, bolígrafos, o cualquier trasto para trazar líneas han estado trabajando para sacar al mundo físico mis ideas. Partiendo del hecho de que escribo un blog, de que hago todos éstos desvaríos, que más de una vez han recibido un elogio o un comentario (siempre muy agradecido), es fácil pensar que mi arte radica en la escritura. Personalmente, me siento más orgulloso de mi arte plástica, de mi dibujo. Sin embargo, también sé reconocer que no tengo un nivel lo suficientemente elevado, y menos una constancia necesaria para llevar a cabo proyectos a largo plazo. Poco a poco, creo que estoy quitando valores a mis dibujos, y no quiero que esa forma de expresión que llevo ejercitando desde mi infancia deje de ser algo tan significativo. La necesidad de elaborar una pura redacción que se me presenta últimamente puede estar eclipsando mis otras maneras de expresión.
· Por último, desde un punto social, de las relaciones que establezco entre los demás individuos, valoro ante todo mi Caballerosidad, mi gentileza. Quiero echar la culpa a éstos últimos cambios a los resquicios de adolescencia que cambian la personalidad de los jóvenes durante esa etapa de madurez. También quiero creer -y creo firmemente que así será, pues la caballerosidad debería ser más propia de un adulto que de el pequeñajo que era.- que no tardaré en volver a mi actitud natural. El respeto es algo que ya he tratado en éste mismo blog. Soy una persona que valora mucho mantener la educación, las formas, una actitud decente y muy de la vieja escuela. Eso es algo que tendrían que instruir en las escuelas. Ahora mismo, no tengo ni repajolera idea de cómo es que yo desarrollé tal actitud. Pero no fue para nada por la enseñanza pública. Mi opinión es que tendrían que cambiar la asignatura de Religión por la de Ciudadanía o como sea que se la quiera llamar, que enseñe a mantener las formas y el respeto. Aunque siempre habrá un grupo con poder que insista en aferrarse a mantener la religión al lado de la instrucción (aunque creo que eso sería como enseñar matemáticas en la Iglesia, pero bueno...). No podemos culpar a la sociedad por eso, tiene que avanzar en conjunto, y al ritmo que necesite. Lo que sí que no se puede hacer es dar pasos atrás. Pero eso es ya otro tema.
El asunto es que quiero seguir manteniendo mi identidad. Mi propia esencia. Quiero ser yo mismo. No quiero ser un loco, ni un racional. No quiero ser un aburrido ni un payaso. No quiero ser ni un gamberro, ni un sargento. Quiero ser yo mismo. Si es sólo por ésta temporada de estrés y conflicto, que alcanzará su clímax en junio, no me importará que se queden sólo por un breve tiempo a un lado. Sólo deseo que, en cuanto todo se reestablezca, vuelvan a mí mis facultades.
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Quiero volver a mis divagaciones, a mi arte, y a mi caballerosidad, que no se mueran ni se manchen de negro para siempre.