lunes, 26 de marzo de 2012

Divagación | Arte | Caballerosidad

Antes de nada, debo decir que perdonen el retraso. La época de exámenes pasa factura.
Estoy escribiendo desde el instituto, y no puedo traer desde aquí la sorpresa que prometí en mi anterior desvarío.
En éstos momentos, sólo mi manía de dejar para el último momento las cosas me permite reconocerme a mí mismo.
Siento cómo éstos últimos días, ha estado cambiando mi propia forma de ser.
Siento que se pierden mis facultades de arte y gentileza. Siento que actúo más de una vez como uno de esos bobos adolescentes que tienen el cerebro ahogado en bebidas de garrafón.
Quiero ser optimista y atribuirlo al estrés de los estudios.
Las partes de mí mismo que más valoro y que más miedo me da perder son esenciales para mí desde tres puntos:

· Desde el punto de puro ego, de mirada hacia mí mismo, mi Divagación, mis desvaríos. Todas mis "idas de olla" que me acercan a una [sana] locura. Esa capacidad que tengo para perderme en mi propio mundo y de extenderlo hasta el infinito. Esa capacidad de crear y sorprenderme de mis creaciones. Mi habilidad, nata o innata -eso es lo de menos- de imaginar y relacionar las cosas más imposibles, de una manera totalmente absurda y, a la vez, de una manera totalmente racional. La aburrida y sinsentida seriedad poco a poco me infecta. Doy gracias a mis compañeros por espolear mi locura de una u otra forma, pues si la desarrollo por mi cuenta, corro el riesgo de crear en mí una locura negativa y psicótica.

· Desde el punto de pura expresión, de desarrollo y elaboración, mi Arte, la huella que dejo. Siempre he sentido la necesidad de expresar mis divagaciones. Desde que tengo memoria, mis lápices, bolígrafos, o cualquier trasto para trazar líneas han estado trabajando para sacar al mundo físico mis ideas. Partiendo del hecho de que escribo un blog, de que hago todos éstos desvaríos, que más de una vez han recibido un elogio o un comentario (siempre muy agradecido), es fácil pensar que mi arte radica en la escritura. Personalmente, me siento más orgulloso de mi arte plástica, de mi dibujo. Sin embargo, también sé reconocer que no tengo un nivel lo suficientemente elevado, y menos una constancia necesaria para llevar a cabo proyectos a largo plazo. Poco a poco, creo que estoy quitando valores a mis dibujos, y no quiero que esa forma de expresión que llevo ejercitando desde mi infancia deje de ser algo tan significativo. La necesidad de elaborar una pura redacción que se me presenta últimamente puede estar eclipsando mis otras maneras de expresión.

· Por último, desde un punto social, de las relaciones que establezco entre los demás individuos, valoro ante todo mi Caballerosidad, mi gentileza. Quiero echar la culpa a éstos últimos cambios a los resquicios de adolescencia que cambian la personalidad de los jóvenes durante esa etapa de madurez. También quiero creer -y creo firmemente que así será, pues la caballerosidad debería ser más propia de un adulto que de el pequeñajo que era.- que no tardaré en volver a mi actitud natural. El respeto es algo que ya he tratado en éste mismo blog. Soy una persona que valora mucho mantener la educación, las formas, una actitud decente y muy de la vieja escuela. Eso es algo que tendrían que instruir en las escuelas. Ahora mismo, no tengo ni repajolera idea de cómo es que yo desarrollé tal actitud. Pero no fue para nada por la enseñanza pública. Mi opinión es que tendrían que cambiar la asignatura de Religión por la de Ciudadanía o como sea que se la quiera llamar, que enseñe a mantener las formas y el respeto. Aunque siempre habrá un grupo con poder que insista en aferrarse a mantener la religión al lado de la instrucción (aunque creo que eso sería como enseñar matemáticas en la Iglesia, pero bueno...). No podemos culpar a la sociedad por eso, tiene que avanzar en conjunto, y al ritmo que necesite. Lo que sí que no se puede hacer es dar pasos atrás. Pero eso es ya otro tema.



El asunto es que quiero seguir manteniendo mi identidad. Mi propia esencia. Quiero ser yo mismo. No quiero ser un loco, ni un racional. No quiero ser un aburrido ni un payaso. No quiero ser ni un gamberro, ni un sargento. Quiero ser yo mismo. Si es sólo por ésta temporada de estrés y conflicto, que alcanzará su clímax en junio, no me importará que se queden sólo por un breve tiempo a un lado. Sólo deseo que, en cuanto todo se reestablezca, vuelvan a mí mis facultades.



Quiero volver a mis divagaciones, a mi arte, y a mi caballerosidad, que no se mueran ni se manchen de negro para siempre.

viernes, 16 de marzo de 2012

La lluvia ya no es una simple tontería de dos minutos. Cada vez aprieta más fuerte recordándole el mal día que ha tenido, se ríe de él y le moja entero, el traje de chaqueta empapado, en el fondo no hecha de menos el paraguas, él, en verdad, quisiera disfrutar de esto, quisiera mojarse más, respirar ese aire puro que llena sus pulmones de libertad. Tiene la sensación de haber estado atado demasiado tiempo a las normas sociales y no se lo piensa más, se quita la chaqueta y la tira a un lado de la carretera, luego se afloja la corbata y también la lanza donde cualquier gato pudiera encontrarla. Sin agacharse se quita los zapatos y va con calcetines por el solitario asfalto, se abre la camisa dejando su pecho al descubierto permitiendo a las gotas de lluvia recorrer su torso y espalda. No tiene frío, en este momento no existen los años, no existe el tiempo ni el espacio, él no trabaja en ninguna oficina y tampoco tiene que pagar hipoteca.

Corre, salta, grita, llora, gira, se tira en el suelo, respira, se levanta de golpe, agita su pelo moreno y mojado. Está alegre, todo el trabajo, el estrés, el dinero, la gente… son ideas que no tiene sitio en su cabeza, se han esfumado, está libre, se siente como un niño.

Tras desconectar varios minutos, por no decir horas, por no decir segundos, de la monotonía busca sus cosas, recogiéndolas, la corbata se la pone por encima, sin ajustársela, la chaqueta la lleva en el brazo y los zapatos en la mano.

Vuelve a caminar, pero de un modo distinto, ya no siente esa presión, camina rápido por la estrecha callejuela despistado, viendo todo sin mirar nada.

Tuerce la esquina y choca con una chica, pelo despeinado y mal recogido en una coleta. Camisa larga que oculta los pantalones cortos de abajo. Los tacones en la mano y la chaqueta en la otra, empapada de arriba abajo y con una sonrisa sincera en el rostro.

Todos tenemos problemas y a veces tenemos que mirar el mundo de otro modo, no limitarnos a seguir lo previsto, a veces necesitamos mojarnos bajo la lluvia, porque la vida no viene con paraguas para cubrirnos.

Pasamos tanto tiempo preocupados por cubrirnos de la lluvia que a veces olvidamos lo que se siente bajo ella.


jueves, 8 de marzo de 2012

Olvidar y perdonar

Muchos seguro que habrán oído la frase de "Perdono, pero no olvido."
Con ésto, mucha gente dice que te tratará como si nada hubiese pasado, pero que sabe que ha pasado, y podrá echártelo en cara.
Yo sigo también el dictamen de esa frase: Yo perdono, pero no olvido.
No en el sentido antes mencionado, sino en uno diferente. Yo perdono cuando lo considero apropiado, que tampoco es cuestión de que me peguen un puñetazo y le perdone sin hacer nada.
Lo que nunca hago es olvidar. Recuerdo muy bien lo que me hace alguien que tuviese que pedirme perdón.
Recordaré muy bien las cosas pasadas.



Pero lo que más recordaré, será la razón por la cual las perdoné.
Si las perdono, las perdono; y más me hace considerar el sentido que tiene el perdón. Si puedes perdonar a alguien, por muy grave que haya sido su error, significa que entre ambos se encuentra un vínculo importante.
Es lo que permite que un amigo pueda cometer un error y se lo perdones.
Es lo que permite que no seamos eternos rencorosos.
Es lo que yo no olvido, la razón de por qué perdono.

De igual manera que un constructor se siente orgulloso de que su presa aguante la presión del agua que retiene, yo me siento orgulloso de que se haya construido un vínculo fuerte entre un amigo que aguante los golpes que pueda recibir.
Platón volvía al interior de su caverna para ayudar a los que seguían encerrados en las tinieblas de la ignorancia. De igual modo, yo quiero que los vínculos forjados durante tanto tiempo como sea que fuese aguanten, aunque tenga que ayudar tanto como pueda, aunque tenga que recibir golpes, mientras el vínculo no se rompa, seguiremos siendo amigos.
Pero su el vínculo se rompe, si el golpe ha sido muy fuerte, ya no hay nada que salvar.
Lo máximo que puedes hacer es, inspirado por los buenos recuerdos o por lo que sea, volver a construirlo desde cero. Que se vuelva a construir. El quién ponga más de su parte ya se verá, pero de todas formas una vez el vínculo está roto, déjalo pasar y perdona de verdad cuando seáis más amigos de nuevo.

Así que, os sugiero -que no obligo- que perdonéis si veis que podéis perdonar. Y que nunca olvidéis que perdonasteis.

y hablando de perdonar, pido perdón por la dejadez que llevamos éste año, que vamos al ritmo de una entrada al mes. Lo compensaré, la semana que viene prepararé una sorpresa (Si no se me olvida); así que perdonadme si queréis, y no olvidéis por qué quisisteis perdonarme.

viernes, 2 de marzo de 2012

No light


Quizás sea falta de tiempo o de práctica. Puede que mi cerebro se haya atrofiado y que, cansado de escribir, tome por descanso el arte de no hacer nada. Después de los esfuerzos por pensar constantemente, parece haberse acabado las ganas de pensar en lo que se desea después de todo. Me encuentro en un estado en el que lo raro es tener tiempo para pensar en nada. Hace un tiempo esto me hubiera dado rabia y tristeza a partes iguales, pero ahora no hay emoción alguna en mis palabras, tampoco hay fuerzas, ni sueños. Quiero seguir adelante en el camino, pero hay que estar tan pendiente en prepararlo que se considera pecado plantear un camino alternativo o simplemente pensar en lo que nos depara el propio. Y ahora, inmersa en mi limbo de emociones, solo puedo hacer una especie de lotería y esperar tener algún momento de felicidad y emoción, de esos que duran poco y no dejan ni sus cenizas. En vez de eso, me convierto en un saco lleno de cosas que ni yo conozco desbordándose en lágrimas llenas de algo que no sabría identificar, solo son una alerta para avisar que algo en el interior de mi mente, o de mi alma (según los más místicos), está averiado, roto o estropeado. Hay quien predica que el mayor don que podemos poseer es la virtud de conocernos a nosotros mismos y para ello no es necesario dinero, pero si algo más valioso: las pequeñas fracciones de diamante incrustadas en cada minuto que pasa sin más, sin la posibilidad de hacer algo al respecto. En los tiempos en los que estamos parece ilegal quejarse, nos hacen creer que el tiempo para pensar independientemente no merece la pena, no da resultados; cuando lo realmente cierto es que necesitamos mirar por nosotros mismos y juzgar según el criterio conveniente. Necesitamos muy poco tiempo para darnos cuenta de que algo va mal, pero mucho para poder remediarlo. Y si de algo puedo estar segura es de que todos necesitamos un motor que nos ayude a soportar lo que hay fuera, una fuerza que nos ayude y nos haga poderosos, una motivación que nada ni nadie nos pueda quitar, pues sería arrancar nuestro ser. Sin ese motor solo seríamos máquinas vacías y frías, marionetas cogidas por los mismos hilos que sólo los colores las diferencian. Nos convertimos en un números más, sin importancia para nadie, tampoco para nosotros; y no hay nada más triste que no ser especial ni para uno mismo. Por ello yo me compadezco de aquellos que intentan seguir el camino que otros han hecho, por esos que tienen miedo a destacar e imitan al pionero sin analizar de modo crítico si es o no lo que quieren para ellos mismos. Puede que me conforme con ser mediocre antes que brillar entre los demás, pero creo que ese puesto se lo merece alguien con una meta que alcanzar por encima de todo, alguien con un motor tan potente que nunca se canse de funcionar, aún en los momentos más duros, cuya energía llene al completo las aspiraciones del sujeto, un sujeto digno de admirar y al que envidio de modo puramente sano. Por esta razón, reclamaré ese brillo incandescente y distinguido cuando deje atrás la jaula opaca de mi anhelo, haciéndole despertar así de su profundo y extenso descanso que le lleva durando tanto tiempo que me hace preguntarme y dudar si algún día existió. Desgraciadamente, todavía soy solo una coraza vacía de emociones que sigue el camino impuesto sin posibilidad de aspirar a algo más y salirse de la línea señalizada, pues sin una meta es fácil perderse sin retorno en la inerte ignorancia que lamentablemente abunda en nuestros días.

Sin conclusión, esperando que esto no sea un estado permanente.