![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgM0uCqKM-Oh2yxcOXtlQyXnkwvv6hzFK8LpFJvNlxKCuXrYVwegup1f_cEcHdFYX8k1s1szoGAt_oyAlY5Kabb1DI_UHu8IGa_OEtyjk8ODGkTpobLh29oZFBEp9KlGBZYbqSJ9U0B64vc/s320/principe+azul.jpg)
Cuando éramos pequeños todo era muy fácil, nos leían esos cuentos donde todo estaba claro: el malo, el bueno, la princesa, el príncipe azul...
El problema llega cuando crecemos y nos damos cuenta que no es tan fácil distinguir al bueno y al malo. Te encuentras a demasiadas personas buenas y resulta que tienes que adivinar quién lleva disfraz y quién no. Y tampoco es tan sencillo: tienes que tener en cuenta que no siempre está tan claro saber si es bueno o malo, puede haber distintas opiniones. Opiniones, eso es lo que le faltaba a mis libros de la infancia. No dejaban lugar a duda: el malo quería matar a los protagonistas y dominar el mundo, tenía que ser malo porque los protagonistas no habían hecho nada, eran los buenos.
Luego estaban los protagonistas, solían ser príncipe y princesa, que no eran humanos, claro está. Tanta inocencia en personas adolescentes no podía proceder de nuestra raza. Y es que era puros, inocentes, castos, honrados, simpáticos, dulces... el claro ejemplo de que puedes vivir una vida sin pecados. Excepto, claro está, el error que suele comer la chica de volverse rebelde. Gracias a Dios ahí está el príncipe azul, para salvarla, ya esté en lo alto de un castillo como en la más recóndita mazmorra.
Y luego creces y no eres ni princesa ni príncipe. El mundo nos corrompe y la inocencia se marchita, no vives en un castillo y los ataques de rebeldía son más frecuentes. Y no siempre hay un príncipe que te rescate, no existen los príncipes azules que se acerquen en un corcel blanco para liberarte de dragones y brujas.
No sé si por suerte o por desgracia crecemos, pero así somos. No somos príncipes ni princesas, no queremos a un padre que nos envuelva en papel de burbujas, no queremos una niña débil a la que tengamos que cuidar siempre, conocemos a muchas personas, algunas buenas, otras no tan buenas y aprendemos a base de golpes que la vida, como las personas, no son ni bancas ni negras, cuando crecemos nos acostumbramos a ver el gris. Algunos piensan que es feo, triste y apagado; otros lo ven como una mezcla entre blanco y negro.
El caso es que hay que tener cuidado, tener mucho cuidado con esas personas que parecen buenas, con esos falsos príncipes de cuento que no hay en la realidad, con esas princesas que no son tan inocentes como se cree, pero sobre todo, hay que llevar cuidado con creerse mucho los cuentos, porque no siempre se termina comiendo perdices.
Vivimos en una república sin príncipes ni princesas.
Sin palabras simplemente me encanto.
ResponderEliminargracias ; )
ResponderEliminarxq las cosas son asi..... d una manera tan fria
Eliminar