martes, 14 de agosto de 2012

Valores y precios

Mucho que se habla de economía y demás chanchullos últimamente, pero pocas han sido las veces que el título de uno de mis posts ha hablado de eso mismo literalmente.

Además, quiero disculparme por mi retraso. Simplemente, no tenía palabras con las que rellenar una publicación.

El dinero, motor del mundo, que lo lleva todo, con lo que puedes conseguir todo lo material...
Es lo más utilizado en el mundo entero. El dinero es un equivalente a no tener que esforzarse por hacer algo en concreto. Sólo que para conseguirlo tienes que esforzarte, pero en otra cosa, así que no es más que una materialización del esfuerzo, una materialización del tiempo empleado y del trabajo que hemos hecho, para intercambiarlo por más trabajo con aquellos que, por trabajar en lo que prefieren trabajar, tienen mucho de algo que nosotros queremos, a cambio de poder tener lo que no podemos conseguir trabajando, pero en lo que hemos invertido el tiempo necesario.

Pero hay cosas en las que puedes invertir tiempo, y no te dará dinero alguno.
Cosas que, por no darte dinero, no te darán ni una sola cosa que no sea expresamente esa cosa.

¿Merece la pena hacer algo que no es tu labor principal, y que no puedes utilizar para conseguir otra cosa para lo que sí que tienes que hacer ese trabajo que, aún siendo lo que haces en la vida, muchas veces ni te gusta?
Pues mira, casi que a mí sí me sale rentable.

Poniendo un sistema de valor, no un sistema monetario, hay cosas que no valen ni una miseria, y otras que valen más de trescientos mil.
Los recuerdos tienen un valor que no puede compararse con el de cualquier otra cosa que con el dinero se puedan pagar.

¿O quizás no? Hay malas épocas, malas etapas, y hay gente que hasta pagaría por deshacerse de esos recuerdos.
Pero es lo que hemos trabajado, lo que hemos ganado, y lo que nos toca.

¿Y qué más da si hay cosas que valen poco? Hay momentos que valen infinitamente más.

"Los recuerdos que me has dado valen Ciento diez millones~" dice alguna canción de por allí.
Hay momentos que pagarías todo lo que tuvieses para que fuesen eternos. Yo, por lo menos, no me arrepentiría.
No me arrepentiría en absoluto de dar mi dinero, fruto de mi trabajo para conseguir más cosas, para alargar hasta el infinito momentos únicos, o rememorar una y otra vez experiencias que no pueden compararse.

Escuchar tu canción favorita una y otra vez sentado en un sillón, dejando que las notas entren en lo más profundo de tu cuerpo.
Sentirte a gusto contigo mismo y con lo que eres, y regodearte de estar feliz. El valor de estar feliz con uno mismo es algo sumamente superior a cualquier trabajo.

Hay cosas que tienen mucho valor, y hay cosas que valen muy pocos.
Pero aquellas cosas que no pueden volver a comprarse con el mundano dinero son cosas que nunca jamás de los jamases podrían ser reemplazadas.

Así que, ¿qué puedo decir?
A mí me sale rentable gastar mi trabajo en aquello que puedo conseguir únicamente así y que me merece la pena. Que cada uno tenga más bien claras las cosas que tienen un precio que merece la pena pagar en esfuerzo, no en dinero.
Que cada uno aprecie mejor el valor de las cosas que no tienen valor monetario.

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