Hay gente que se anima para copmenzar el día con los brillos del amanecer; hay gente que permanece totalmente radiante con el Sol tan luminoso durante el día, con ese gran contraste con el cielo azul.
Yo, por mi parte, disfruto y esbozo una sonrisa en mi interior cuando miro el ocaso. El Sol despidiéndose, tiñiendo el cielo a su alrededor de tonos anaranjados y carmesí; mientras la noche ya se empieza a abrir paso al mirar atrás.
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Podemos ver las estrellas, llenas de ilusión por comenzar con la función de nuevo, como cada noche. Brillando para que las recordemos, y nosotros recordándolas para verlas brillar otra vez.
Se esconde en el límite del horizonte. Nos deja solos en la noche negra, pero lo hace sabiendo que volverá al amanecer y nos dará un día más para tener esperanza y cumplir lo que queríamos hacer. Se va dejándonos poquito a poquito; cada vez algo más preocupado y quedándose más tiempo vigilándonos y cuidándonos, que no tengamos frío; dandonos calor y luz; dándonos todo lo que tiene para que en la noche sepamos guardarle y no temamos por nada.
En cierto sentido es como la persona a la que amamos.
Nos despedimos lentamente, dejando una gran estela de nuestro recuerdo por un momento., para luego regresar a la negra soledad. Pero no nos entristecemos porque seguimos recordando, y sabemos que al día siguiente volveremos a vernos y disfrutaremos del calor que nos dan y del calor que damos.
Vemos el Sol cada día; y gracias a eso sabemos que siempre habrá un mañana.
Motiva saber que un adiós sólo significa hasta que te vuelva a encontrar, porque te buscaré para seguir disfrutando de tu cara.
Así que, hasta mañana, buenas noches, Sol. ^_^
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